El primer recuerdo que tenía fue el de su abuela mirándolo
con un odio que resplandecía en sus ojos, el trato de alejarse de la mujer, mas
el agarre que ejercía sobre su muñeca era fiero y sin segundas contemplaciones
coloco la palma de su mano en la caliente estufa. Dolió, fue el peor dolor que
había sentido y a pesar de haber ocurrido cuando tenía cuatro años aun podía
sentir la carne de su mano destruyéndose y los tejidos gritando en agonía, pero
no fue eso lo que hizo que se desmayara, sino el olor a carne quemada.
Al día siguiente su abuela al descubrir que ya no conservaba
marca alguna le había dado un revés tan fuerte que logro romperle el labio, aun
así no lloro, volteo para observar los arrugados ojos de su abuela Elidía y
solo mostro indiferencia total ante la situación, la única acción que hizo fue
limpiarse con su pulgar la sangre que se escurría por su barbilla. En cambio,
la mujer agarro ese viejo rosario de madera que siempre traía colgado de su
rechoncho cuello y comenzó a murmurar con los ojos cerrados cosas inentendibles
para él, pero que sonaban como una súplica. Divertido, tan divertido.
Él comenzó a reír
Fue eso lo que hizo que la anciana se recordara que no
estaba sola en la habitación y esta vez no había odio en sus ojos, sino una emoción
que siempre estaba oculta debajo de ella y que más adelante sabría de qué
trataba. Temor.
Ella le apunto con ese largo dedo tembloroso y envuelto en
lunares, una vez le dijeron que señalar con el dedo a una persona era sinónimo
mala educación; de igual forma, jamás se
olvidaría de lo que le dijo: –Hay algo maligno en ti, Adrian Altagracia, y si
no eres el propio Satanás personificado estas cerca de serlo.
Unas horas más tarde sus padres llegaron a la casa, al ver
su labio roto podían suponer lo que
ocurrió, mas en cambio no les importo y dejaron el asunto así.
A la semana siguiente la abuela Elidía murió. Por lo que
pudo escuchar escondido detrás de las puertas fue que le agarro la locura y se
suicido tirándose frente a un camión que andaba a alta velocidad.
Desde ese día sus padres lo miraban como si fuera la peor
cosa que les había ocurrido en la vida. Ya había visto esa mirada anteriormente
en ellos, pero esta vez no se contenían en disimular.
***
Cada día se sentía más enfermo, como si la locura rasgara su
garganta, trepando hasta poder salir a la superficie. Era locura ¿no?
No podía sentir emociones reales, solo una continua
repugnancia hacia la sociedad, y eso solo incrementaba esa silenciosa ira que
burbujeaba a su alrededor esperando ser finalmente despertada. En ciertas
ocasiones sentía que perdía total dominio de sí mismo, pero no en el sentido
que se volvía violento y actuaba sin pensar como un completo neandertal, no, él
planeaba todo meticulosamente y sin darse cuenta tenia ideada la forma de
acabar con las molestias que le rodeaban. Y era tan fácil.
Esos pensamientos le asustaban, ¿Qué le pasaba? ¿Había algo
mal en él?
Y después, simplemente todo cambio. El miedo que lo
perseguía se había evaporado.
Piénsalo de esta manera; cuando eres niño le temes a la
oscuridad, no sabes lo que hay en ella y te sientes vulnerable porque
desconoces a lo que te enfrentas, te escondes debajo de las mantas sin poder
enfrentar lo que sea que este ahí, y cuando la luz del día impregna cada rincón
de esa habitación no sientes miedo, no sientes miedo de esa misma habitación
donde sufriste unas horas antes tus peores temores envueltas en total
oscuridad. He aquí la conclusión final; no le temes a la oscuridad, le temes a
lo desconocido que te acorrala.
La solución es más que sencilla en teoría, porque en
práctica le costó horrores entenderla; él debía aceptar cual era su verdadero
temor pera poder sobrellevarla.
Y lo entendió.
No le asustaban sus pensamientos recientes, lo que realmente
le asustaba era llegar a ese nuevo nivel de autoconocimiento hacia su persona.
Aquellos pensamientos y sentimientos de repulsión no eran producto de una
locura reciente que le nublaba el juicio, aquellos pensamientos siempre
estuvieron acompañándolo desde el principio de su existencia, aunque fueran
mínimos ahí estaban en todo momento. Tenía una parte oscura que no quería
aceptar, aceptar eso sería darle la razón a todos esos imbéciles con los que
compartía sangre, algo que odiaba mas que no tener autocontrol. Pero ¿Qué gano
ignorando su verdadero ser? Aun sacando lo mejor de sí mismo y teniendo una
actitud inmaculada lo seguían tachando de monstruo.
Entonces como si fuese señal del destino, un encargado de
traerle el periódico a su padre se presento frente a la entrada de la casa. Una
sonrisa encantadora, un saludo cortes, una pregunta educada acerca de la salud
de su familia y con un gesto de mano sobrio despidió al encargado.
Sus dedos pasaron por las páginas con desinterés, pero algo
finalmente capto su atención, no fue el titulo dando a entender que se trataba sobre
la República Centroafricana, más bien lo que capto su atención fue una palabra
utilizada para describir a la población en general.
Salvajes
Su mente estaba trabajando rápidamente ante eso y la ironía
que se veía en tal articulo. Una idea lo atravesó, y podía sentir una emoción
real que hace tanto tiempo no sentía, no desde ese junto a su abuela Elidía.
Pura y genuina diversión.
Y en ese momento aprendió a aceptar a su verdadero ser.
Jamás algo se había sentido tan correcto.
Sus ojos cayeron al final del artículo, solo queriendo saber
el autor de tan hilarante trabajo.
Amelia Zaragoza
Una sonrisa de lado se formo en su boca. Chica tonta.
***
Amelia Zaragoza estaba contenta de no haber almorzado ese
día o posiblemente hubiera manchado sus
nuevos zapatos de rebaja con su vomito. La imagen que se presentaba frente a
ella solo era imaginables en películas y pesadillas
Trataba de la decima octava víctima del coleccionista.
La ola de asesinatos atroces había
comenzado desde hace tres meses, una víctima peor que otra. Al principio se
creyó que trataba de asesinatos al azar, por diputas de pandilla,
pasionales o por alguna causa tan común
en Paraguay. Pero los asesinatos solo incrementaban y nadie tenía respuestas —
¿Un asesino serial? Imposible— dijo la policía nacional dejando ver que trataba de
una idea ridícula, eso había sido al principio cuando aparecieron las tres
primeras víctimas aparecieron. Y no se les puede culpar por la incredulidad, el
único caso que se registra de un asesino serial de esa índole era Amancio Legal
con sus veintiocho asesinatos a principios del siglo XX, y aún así no era lo
mismo, Amancio era errático y descuidado a la hora de cometer sus crímenes, y
en cambio el coleccionista no dejaba huella alguna, todo estaba perfectamente
hecho. Lo hacía con tanto esmero que se pensaría que era una persona trabajando
en su propio arte.
La primera víctima apareció
crucificada en la puerta de la iglesia, las viseras colgaban libremente y el
goteo de la sangre al caer al suelo sonaba más estruendoso de lo que debería. Y
con todo eso, lo que captaba mayormente la atención eran las palabras rasgadas
en la piel con cuchillo.
Pederasta se leía claramente en la frente del hombre.
Y por último, la víctima había
sido despojada de sus ojos. La victima trataba de un sacerdote del lugar.
No se pudo encontrar un culpable
de tal hecho abominable, pero entre las investigaciones se pudo constatar que
efectivamente el sacerdote era un pederasta a base de fotografías explicitas de
menores que atesoraba en su buró.
Y más personas cruelmente
asesinadas comenzaron a aparecer, ya no se podía negar la realidad, estaban
tratando con una sola persona. Las pruebas lo confirmaban, todas sus víctimas
resultaron ser criminales de diferentes categorías pudiendo observar las marcas
que dejaban en ellos.
Asesino
Violador
Proxeneta
Corrupta
Y lo mas resaltante de todo,
ninguna de sus víctimas conserva sus ojos. Como si se tratase de un
coleccionista de ojos.
La nueva víctima era una mujer, se
encontraba completamente desnuda, estaba cortada a la mitad por debajo del
ombligo y una macabra sonrisa fue dibujada en su rostro sin ojos.
Abusadora estaba escrita
esta vez en el tórax de la mujer.
Sostuvo en lo alto la cámara tratando que el temblor de sus
manos no le ganara y comenzó a tomar fotografías al cadáver desde el punto
alejado donde se le permitía estar, poco
después los forenses presentes comenzaron a despedir a todos los ojos curiosos
incluyéndola. Decidió marcharse, había conseguido suficientes fotos y ya luego
pediría un mejor reporte a la jefatura.
Se subió a su auto dispuesta a ir a Capiatá, el camino
estaba muy silencioso para su gusto por lo que encendió la radio colocándola en
su habitual estación, no era sorpresa que estuvieran hablando del
coleccionista, era de todo lo que se hablaba en estos últimos tres meses. Ni el
EPP tuvo tanta relevancia en su momento como esta persona misteriosa.
—… ¿Doctora Rodríguez
podría explicarnos el perfil psicológico que usted percibe en el susodicho
coleccionista?— la tranquila voz del locutor envolvía el coche de Amelia — ¿Se puede suponer que por sus acciones es
un retorcido tipo de justiciero?
— Si, se podría decir
que si, Armando— comenzó a decir de manera arrastrada y remilgada la doctora
—Al principio pensé que trataba de un
sociópata, pero viendo sus crimines se puede decir sin dudas que trata de
alguien que calcula cada una de sus acciones y no deja nada suelto, contrario a
un sociópata que es impulsivo por naturaleza y muchas veces esas acciones
impulsivas lo llevan a su propio hundimiento.
— ¿Entonces trataría
de un psicópata?—
—Es difícil poder
saberlo, porque sostengo esa teoría de que en su mente se vea como un
justiciero y por ello lleve a cabo sus crímenes en personas que pueden ser
consideradas como criminales ante el ojo crítico de la ley. Y eso me deja con
la siguiente cuestión ¿Siendo él un psicópata porque realizaría actos no
egoístas por así decirlo? ¿Qué gana con todo esto? No suena como un psicópata
pensando en su auto conservación, pero lo que te puedo afirmar es que trata de
un monstruo en su estado puro, nada puede justificar aquellos crímenes tan
atroces e inhumanos.
—Gracias por su
colaboración, doctora Rodríguez. Y ahora hablemos de un nuevo brote de gripe
que acecha…
El tiempo paso y una hora después estaba entrando por los
grandes portones que dejaban paso a la
gran casa señorial de la familia Altagracia. El camino era largo y angosto,
dejando notar la riqueza que la familia poseía en cada tramo, estaciono su auto
casi enfrente de la entrada y bajo esperando fuera de la puerta luego de tocar
el timbre esperando que alguien la atendiera.
El señor Altagracia era dueño de “el vocero” una de las
empresas periodísticas más grandes del país y en el cual ella trabajaba. Además
la cuantiosa riqueza de los Altagracia no solo se debía a ello, sino a que
también estaban metidos en diversos negocios petrolíferos y también en la
política. Y ahora se encontraba allí para encontrarse con el señor Altagracia y
hablar sobre el departamento de prensa, primeramente él se iba a reunir junto a ella en su oficina, pero por
imprevisto tuvo que ser ella la que fuera junto a él.
Las grandes puertas de la residencia se abrieron, saliendo
de ella un joven que apenas aparentaba dieciséis años. La impactante belleza
del chico la dejo anonadada; con la simetría perfecta en su rostro, los rizos
dorados que casi cubrían esos ojos azules que plasmaban el mismísimo cielo y la
piel que de lejos se veía como la porcelana, fue como si hubiese sido sacado de
alguna pintura de querubines de William Bouguereau.
—Debes ser Amelia Zaragoza— la voz del joven era
aterciopelada, como si acariciara cada silaba —Escuche que vendrías— le regalo
una encantadora sonrisa que dejaba ver unos prominentes hoyuelos en ambos lados
de su rostro. Dio un paso atrás haciendo un ademan con la mano para que
entrara.
—Buenas tardes, y sí, soy Amelia Zaragoza— se presento
cuando al fin salió de su estupor momentáneo —No lo había visto antes ¿Quién es
usted?— su lado curioso y periodista tomo el mando, era cierto, había ido
muchas veces a la residencia de los Altagracia y aparte de unos tres empleados,
solo había visto ahí al señor y la señora Altagracia, y a su hija Dalia.
—Disculpe mis modales— se excuso mostrando sinceridad en sus ojos —Adrian Altagracia, encantado—
Su mente hizo clic en ese momento.
El hijo bastardo
pensó ¿Así que estaba de regreso?
Todos los que alguna vez conocieron al miembro más joven de
la familia decían que era resultado de un adulterio por parte de uno de la
pareja. Simplemente Adrian Altagracia no se parecía para nada a sus padres,
primeramente la señora Altagracia tenía una fuerte ascendencia india y el señor
Altagracia aunque era caucásico tenía el pelo moreno y los ojos negros como el
petróleo. Ninguna vez dieron alusión de que no fuera un hijo legitimo de los
dos, pero es que ni siquiera tenían parecido en los rasgos, el chico se veía
fino y esbelto, y los padres larguiruchos y toscos.
Y además que lo hubieran enviado a Portugal a los diez años
de edad para que siguiera allí sus estudios lejos de su familia solo reafirmaba
la hipótesis del hijo bastardo. Muchos aseguran que es el hijo del señor
Altagracia, o no hubiera conservado el apellido.
Entonces el chico que tenia frente a ella debería de tener
unos veinte años, vaya que se veía joven. Al parecer volvió antes de tiempo,
pensaba que concluiría en Portugal sus estudios universitarios ¿Qué lo traería de vuelta?
—Mi padre se encuentra atendiendo una llamada importante,
bajara en unos momentos— aviso Adrian sin apartar los ojos de Amelia —Leí uno
de tus artículos, estuvo… Interesante—
No sabía porque le inquietaba la forma en que pronuncio la
ultima oración, como si hubiera tirado una broma de la cual era ignorante.
Pensó en cual podía haberse referido, últimamente era ella la que estaba
encargada del caso del coleccionista y de eso trataban todos sus informes hasta
ahora.
—Una manera muy locuaz de sumergirte en lo que respecta de
la República Centroafricana. Una verdadera pena lo que le ocurrió a esa monja,
una gran parte de su cultura aún se adhiere en lo que son la magia y los ritos—
La monja degollada
presuntamente utilizada para un ritual su mente recordó rápidamente, pero
ese artículo salió hace como cuatro meses atrás —Tienes una buena memoria ahí—
soltó sin ocultar el asombro que sentía.
—Algo beneficioso para mí y algo perjudicial para
otros—
Antes de poder cuestionarle a que se refería el señor
Altagracia bajo de las escaleras y se acerco a saludarla, mientras caminaban a
su estudio Amelia volteo para despedirse de Adrian pero este ya no se
encontraba en ninguna parte.
—He visto que conociste a mi hijo Adrian— comento el señor
Altagracia cuando entraron al estudio cerrando la puerta detrás de sí — ¿Te
dijo algo?— sus ojos como fosas profundas de oscuridad la escudriñaban
profundamente como queriendo absorber cada secreto que escondía.
—Uhm, nada memorable, es un chico encantador y educado—
contesto dándole una pequeña sonrisa de labios apretados.
Algo beneficioso para
mí y algo perjudicial para otros
***
Fue en primer grado de primaria que escucho sobre la
mitología guaraní, comenzando siempre por Tau y Kerana, un enamoramiento entre
un espíritu maligno y una doncella, al escaparse juntos estos reciben una
maldición de Arasý, la cual consistía en que procrearían siete hijos
monstruosos.
Y así fue, cada hijo que tuvieron presentaba un aspecto de
pesadillas que hacia sollozar a cualquiera que los viera, entonces llego Jasy
Jateré. Jasy Jateré era por lejos muy diferente a sus hermanos, simplemente
todo en él lucia angelical y podía creerse que así era, pero esa mirada
maliciosa e inteligente que tenían sus ojos lo delataban como tal.
A Adrian le parecía estúpido que sus compañeros temieran
pronunciar la palabra Pombero y no quisieran salir de sus casas a las doce. Le
parecía tan ridículo, él no creía en esas tonterías y ningún adulto le llenaría
de temores absurdos y fantasiosos en la cabeza.
Y un día todo cambio.
Ese día sus padres habían salido y su hermana Dalia se quedo
a cuidarlo, aunque a decir verdad ella se encontraba encerrada en su habitación
y él estaba en el patio trasero recolectando del suelo las acerolas que habían
caído del árbol. Estaba tan concentrado que se sobresalto dejando caer de entre
sus dedos todas las frutas al escuchar el chasquido de una rama, al voltearse
allí estaba. No sabía cómo, pero de alguna manera sabía que era él.
Jasy Jateré lo miraba fijamente.
No era como esperaba que fuera, el hombre no se parecía en
nada a un duende petizo como lo describían, no estaba desnudo y mucho menos
utilizaba harapos como prendas. En cambio era un hombre alto y rubio que tenía
puesto un traje gris semejante a los que usaba su padre cuando iba a eventos
sociales, su mano sostenía un elegante bastón con empuñadora de oro que le recordaba
a esas películas de época victoriana que había visto la semana anterior. Y
comprendió algo; no se debía tener una
apariencia monstruosa para ser un monstruo, podrías estar en frente de uno y
nunca te darías cuenta.
— ¿Vos… me llevaras junto al aó aó para que me coma?—
pregunto tratando de no escucharse tan temeroso como se sentía, había aprendido
en la escuela que los niños preferían golpear a los que se veían más débiles.
El hombre parpadeo lentamente como si procesara lo que
acababa de escuchar y luego solo comenzó a reír entre dientes. Cuando dejo de
reír se comenzó a acercar a Adrian, debía huir o lo secuestrarían, pero sus
piernas no reaccionaban y sin darse
cuenta Jasy Jateré ya estaba frente a él.
No pudo creer lo que paso a continuación, el hombre elevo la
mano y por costumbre cerró los ojos
esperando el golpe, nunca llego
el manotazo y el escozor en su mejilla del cual estaba tan familiarizada, en
cambio, la mano le estaba dando una cálida caricia. Con recelo abrió lentamente
sus ojos y vio en esos ojos azules una mirada que lo dejo desconcertado, había
visto a los padres de sus compañeros mirarlos así, pero nunca había recibido
una mirada así por nadie. Una mirada llena de amor y ternura.
—No— susurro el hombre contestando a su pregunta y le regalo
una sonrisa —Solo quise conocerte, Adrian— dio un paso atrás soltando su toque
sobre él —Pronto nos volveremos a ver— y con eso desapareció en medio de un
torbellino de ojos dejando a Adrian más confundido que nunca.
No mintió, pronto hubo una segunda visita, una tercera, una
cuarta y así sucesivamente.
Jasy Jateré siempre le traía una botella de jugo de naranja
y caramelos de miel en cada visita, atrás quedo el miedo que sintió al
principio por él y pronto se transformo en amistad. Aprendió muchas cosas que
pasaban desapercibidas en la escuela sobre la mitología guaraní, al parecer
cada cien años existía un rey elegido por todos los seres sobrenaturales, esto
era porque cuando no se había control todo se volvía un caos, dejándose llevar
por sus instintos bestiales, y si esto llegase a pasar despertarían la ira de Tupã lo cual ocasionaría su extinción en el acto. Por eso elegían un
rey guardián, que usualmente era un humano ya que este no presentaría esa vena
caótica que caracterizaba al resto, todos seguirían sus órdenes sin chistar.
— ¿Y quién es el rey guardián?— pregunto un día.
—Mi hijo legitimo— contesto Jasy Jateré volteándose para
verlo a los ojos.
—Pensé que solo los humanos podían ser reyes—
—No siempre, existen excepciones— la voz era clara y
tranquila —Mi hijo es mitad humano por parte de su madre—
— ¿Y quién es?— volvió a preguntar con mas intriga, tal vez
lo conociera.
Un, dos, tres.
El silencio se extendía.
—Mi hijo legítimo es… usted, Adrian—
***
El silencio sepulcral en la mesa solo era interrumpido por
el golpeteo de los utensilios contra los platos de porcelana fina, su mirada
paso por cada uno de los comensales sin que se dieran cuenta.
Verracos asquerosos,
repugnantes ladillas que son vejaciones a la evolución propia del ser humano.
A comparación de los demás que estaban
tragando como bestias el cerdo ahumado, él tenía en su plato brócoli asado con
pastas. Eso lo diferenciaba del simple ganado.
Una filosofía que mantenía desde hace años cuando pudo
comenzar a razonar por si mismo fue que los animales no son diferentes a los
humanos. Nacen, viven y mueren; en ese lapso de vida desde el primer instante
tienen un instinto de supervivencia, pueden sentir cariño y arraigarse,
protegen a sus crías hasta que se pueda valer por sí misma y muchas veces los
humanos olvidan esto o simplemente prefieren ignorarlo y es que los animales
sienten dolor. Los animales tienen una vida, arrebatas una vida para satisfacer
tu paladar.
¿Cuál es la diferencia entre los animales y los humanos? Que
los humanos son inteligentes y saben exactamente lo que hacen, las
consecuencias que acechan sus acciones.
Eso lo hace peor.
Es fácil darse cuenta que los animales y los humanos son
iguales. Los animales son ganado, entonces los humanos también pueden ser ganado,
es decir, al ser consciente de tus acciones y pensar que un ser igual a ti es
solo carne, conscientemente estas aceptando que no eres más que ganado.
¿Qué los hacía diferente de ser masacrados bestialmente y
sin un solo gramo de remordimiento? ¿Qué son seres pensantes? Para nada, eso
solo demuestra que ellos mismo cerraron el trato voluntariamente para ser
arrebatados de la vida como ganado.
Metió el brócoli a su boca y lo mastico plácidamente dando
una última mirada a su susodicha familia.
Muy pronto
— ¿De qué te ríes solo? Pareces un retrasado de esa forma—
rugió la voz desde la silla del patriarca.
—Me acorde del último tomo de el vocero— arrastro las palabras con aburrimiento y elevo la vista
para mirar directamente a los ojos del señor sintiendo solo indiferencia —Todo
lo que se publican ahí es solo una broma desternillante ¿Cómo no reírme?—
— ¡Adrian!— su madre exclamo golpeando su mano contra la
mesa haciéndola temblar.
— ¿Qué? Él pregunto y yo solo conteste— se encogió de
hombros.
Escucho la silla chirriar contra el suelo y a una velocidad
record tenía una fuerte mano sujetando la parte delantera de su camisa para
hacerlo girar y enfrentarse a la cara enrojecida de su adorable padre.
Escucho al fondo como Dalia pedía que lo dejara en paz, pero
eso solo iba a oídos sordos.
—Te arrepentirás si te atreves a hacerme algo— le dijo de
manera amenazadora esta vez mostrando una emoción fría y calculada como el
hielo.
Un puño conecto contra su mentón haciéndolo caer para atrás,
los gritos de su madre y hermana no se hicieron esperar. Con ayuda de la mesa
se levanto mientras que con la otra mano se acariciaba el mentón.
—Tan temperamental como un babuino, que gran
sorpresa—susurro derrochando veneno y aún con el dolor se atrevió a sonreí con
burla absoluta.
—Eres un…— el hombre babuino se encontraba listo para saltar
sobre él, pero Dalia y su madre ya lo
estaban sosteniendo por atrás.
—Ve a tu habitación, Adrian— le urgió su progenitora con los
ojos.
Con un suspiro comenzó a caminar, además la hora se acercaba
y tenia mejores cosas que estar encerrado en su habitación, mucho mejores.
Mientras escuchaba los improperios guturales que le lanzaba
su padre, agarro las llaves del auto de este y se marcho sin más.
***
Un nuevo cadáver apareció a la mañana siguiente, la policía
aún no tiene una sola pista y el pánico desde hace un tiempo es el nuevo aire
que se respira.
Amelia Zaragoza se pregunta por decima vez en el día como
una mente puede llegar a ser tan enferma y retorcida para llegar a estos
niveles horrendos de inhumanidad.
***
Sus dedos se deslizaban con facilidad sobre las teclas del
piano, este piano fue el amigo más leal que tuvo desde la infancia, pudiendo
confesar sus anhelos y emociones sobre él sin ser juzgado, dándole en cambio la
calma y sinceridad que jamás obtuvo en ninguna parte que lo rodeara.
La última vez que se había reunido con esta fue un día antes
de ser enviado a otro continente por un largo tiempo, recordó como le dijo a su
hermana el secreto de que hablaba con Jasy Jateré todas las tardes, ella
prometió guardar el secreto y tan pronto como pudo derramo todo lo que sabía a
sus padres haciendo que estos al momento decidieran mandarlo a Portugal junto a
su tía abuela Eloísa.
La mujer era buena, siempre le decía que tenía la cara de un
ángel y lo consentía mucho, en los fines de semana lo llevaba a exposiciones de arte y cuando se
estaba poniendo el sol le compraba un helado de fresa e iban a una banca del
parque para hablar de cuál era su obra favorita.
Era una buena vida, claro que lo era.
La tía Eloísa falleció a principios de enero de este año.
Eres más de lo que
ellos dicen, mucho más. Estas destinado a grandes cosas en esta vida, serás un
antes y un después, puedo verlo con estos dos ojos repletos de cataratas, mi
querido Adrian.
Fueron esas palabras
dichas en el lecho de muerte de su tía que lo persiguieron para volver a Paraguay
y dar cara al verdadero destino que lo aguardaba.
Un ruido como un gemido ahogado lo interrumpió de sus
pensamientos, sus dedos dejaron de moverse y elevo la vista para observar a su
tan apreciada familia agazapada en el
sofá del gran salón. Era domingo en la noche y ninguno de sus empleados se
encontraba en el recinto, era un buen momento para llevar a cabo sus planes.
Había colocado burundanga en polvo en la jarra de jugo que
tomarían en la mesa, esto hacia que la persona se volviera completamente sumisa
y no conservara recuerdos de nada mientras estuvo bajo la droga. Tenía una
duración de dos horas, por lo que tenía que moverse rápido.
Se alejo del piano y la miro con un deje de remordimiento.
Era una lástima que se tuviera que deshacer de él, pero todo lo valía cuando
había un bien mayor.
Agarro el bidón que contenía veinte litros de gasolina y lo
derramo sobre el piano, luego fue por el piso y puede que gasto más en el sofá
donde sus parientes se encontraban en una absoluta ignorancia. Los observo un
momento, mirando cada rostro atentamente y finalmente paro en Dalia.
Esto está mal, es
horrible ¿Cómo es que casi cometo esta locura?
Entonces uno por uno comenzó a moverlos en diferentes
lugares como si hubieran tratado de huir del fuego y terminaron sofocándose
antes de lograrlo. Sería sumamente sospechoso que encontraran los cuerpos
sentados tranquilamente en el sofá sin haber dado signo de querer escapar, casi
comete un error catastrófico que lo hubiera hundido totalmente.
El ruido del timbre hizo presencia justo cuando había
acomodado todo, salto sobre el cuerpo de su madre y camino hasta la puerta.
—Puntual como siempre— sus ojos pasaron de arriba para abajo
a la persona y asintió para sí mismo —Ya sabes que hacer—
Con eso salió de la casa sin mirar atrás, solo le dio una
mirada de reojo por el retrovisor del coche cuando se iba alejando, era una
verdadera lástima destruir esa maravilla arquitectónica. Bien, tendría tiempo
luego de forjar una más deslumbrante.
En menos de diez minutos llego al supermercado de
veinticuatro horas más cercano y vio que podría comprarse. Unos bombones y un
buen champagne, ideal para celebrar. Perfecto.
Pago todo y de nuevo se encontraba en el coche tamborileando
los dedos contra el volante. Jamás había asesinado directamente a nadie, se
podría decir que era un director de cine que dirigía y al final se sentaba a
observar su obra como un espectador más.
Al principio comenzó todo por ese artículo de Amelia
Zaragoza usando la palabra salvaje para
describir a todo un país, quería que dejara de lado su estúpido esnobismo y
viera a su alrededor. Todos tachaban a esos países por practicar ese tipo de
rituales abiertamente, matarse los unos a otros, hacer varias practicas
abominables a los ojos humanos y por ello nos sentamos tranquilamente a
criticar, está bien informar ¿Pero clasificar a todos por acciones de algunos y
haciendo apogeo de ser más civilizados?
No importa en donde estés, si en África, Europa, América o
en otro continente, nadie se salva de que existan desperfectos humanos ruines. Por
ejemplo Estados Unidos siendo un país primer de primer mundo registra casi
veinte masacres de lo que va en el año, y no por ser una persona de noble cuna
te salvas de ser como un africano salvaje,
Ivan VI de Rusia fue encerrado en un calabozo por años con solo unos meses de
edad a ordenes Isabel Petrovna Románova, en donde fue despojado de toda
identidad, tratado como una alimaña y no como el legitimo Zar de Rusia, murió a
los veintitrés años sin ver en todo ese tiempo la luz del sol.
Y dirán que eso último pasó en el siglo XVIII, que antes las
cosas eran diferentes, pero no, lo hicieron por beneficio propio.
Es la monarquía, las personas se vuelven sedientas de poder,
hablamos de un trono. Eso podría explicar porque tales actos en ese momento,
una persona ordinaria no llegaría a eso, por lo que no cuenta.
¿O… no?
Apenas en febrero de este año se registro dieciocho
denuncias de violaciones en el Paraguay, registradas
¿Cuántas mas de estos hechos ocurrieron donde la víctima no denuncio? No
hay duda que la verdadera taza de violaciones es más alta que esa. ¿Y porque
violan? ¿Qué ganan destruyendo a una persona de esa manera? Placer propio. Eso
solo se puede ver como salvajismo puro.
¿Y cuántas veces aparecieron casos de padres asesinando a
sus hijos porque Satanás les hablo?
La gente ignora lo que ocurre en donde están y se disfrazan
de fingida civilización. Hipocresía real y rotunda segregan en cada poro de su
ser.
Fueron esas las razones de sus primeros crímenes, mostrar el
salvajismo que se esconde en la sociedad e ignoramos día a día.
Realmente todo fue simple.
Al ser hijo de Jasy Jateré tenía dominio sobre la mente de
las personas, controlándolas a su antojo. Pensó que sería algo difícil, resulto
ser tan fácil como respirar, hilos conectándose a la mente del otro como un
pequeño títere. Lo había conseguido a la primera sobre esta persona que más
adelante sería la encargada de hacer realidad todos sus planes, su pequeño
títere no sabía que lo manejaban y que tenían dominio total de su persona hasta
en una larga distancia, y no recordaría nada de lo hiciera bajo su mando, a
menos que deseara devolverle esas memorias.
No había utilizado a los otros mitos, los había dejado vivir
tranquilamente como lo habían hecho a lo largo de los años, pero ahí estaba
Mboí Tata deseoso de estar a sus órdenes. Una gran serpiente con la cabeza en
llamas que con su sola mirada era capaz de matarte, cuando se encontró con la
bestia en la oscuridad de los cerros sus ojos no lo mataron y decidió que sería
su nuevo activo más valioso en sus planes.
Era simple, estudiaba minuciosamente a la población,
metiéndose en su mente y decidía quien sería el siguiente. Le daría las ordenes
a su criatura para buscarlo y asesinarlo en su momento más solitario, y está en
recompensa se comería los ojos del desgraciado.
Luego llegaría su títere y le daría los toques finales.
Se detuvo frente al gran portón de su casa o lo que quedaba
de ella. El fuego iluminaba toda la calle como una gran antorcha y el humo que
desprendía era negro y espeso, miro dentro del maletero del auto verificando si las fotografías y
grabaciones seguían en su lugar.
Todo en su lugar.
Ahora es momento de actuar como un hijo desconsolado.
Salió del auto con el celular en la mano y comenzó a caminar
hacia el lugar, no había nadie a la vista, seguramente todos durmiendo y eso
que solo eran las doce a.m. Con un suspiro marco al 911 y con su mejor voz
llorosa pidió ayuda a gritos.
Ahora solo cuestión de esperar.
Miro apreciativamente las llamas, había algo tranquilizador
en el ligero vaivén de estas. Los sonidos de los bomberos y la ambulancia se
hicieron presentes unos minutos después.
—Eso fue rápido— dijo para sí mismo y se giraba para
observar los arboles —Es hora— cuando pronuncio esas últimas palabras una mujer
salió de allí y salto sobre él con un cuchillo en la mano. Fue terriblemente fácil
tirarla al suelo y mantenerla sujeta por las muñecas.
—Muy bien hecho, Amelia. Lástima que ya nos tendremos que
separar, me comenzabas a agradar— observo esos ojos marrones inexpresivos como
los de una muerta.
Al principio lo había hecho para dar una lección y
deshacerse de las pestes de la sociedad, Amelia se veía perfecta para ese
trabajo, la que acusaba de salvajes haciendo actos salvajes y documentando ese
salvajismo en papel, tan hilarante que no lo podía dejar pasar.
Y al final, ya no trataba de eso, solo se trataba de diversión
y deleite. Sus actos ya no tenían un porqué.
Podría haberse visto como un justiciero que eliminaba hasta
la última plaga. Entonces se podría entender porque mato a sus padres, pero su
hermana al final era una buena persona ¿Por qué ella?
Simple, era estúpido catalogarlo como bueno o malo. La vida
real se basaba en puntos intermedios, y además de divertirse deshaciéndose de las pestes que invadían la calle, él también era
ambicioso y no compartiría su herencia.
Siguió mirando los ojos de Amelia, podría devolverle sus
recuerdos, total la tomarían como una loca si tratase de acusarlo con todas las
pruebas que tenía en su contra.
Y así era.
Anoche cuando salió en el coche de su padre persiguió a
Amelia cuando estaba haciendo lo indicado con la última persona, la grabo y
saco varias fotos desde el auto que se encontraba alejado una cuadra atrás.
Diría que su padre sospechaba de ella, porque últimamente estuvo
actuando de manera extraña y ayer decidió seguirla, grande fue su sorpresa por
lo que vio que luego de obtener las fotografías y grabaciones se largo
directamente a su casa, esta mañana cuando salió del shock conto lo que sabia y
que tenía guardada las pruebas en el maletera del auto porque iría directamente
en la comisaria mañana lunes, así sería más fácil atrapar a Amelia dentro de su
oficina.
De alguna manera Amelia se entero de esto y decidió matarlos
a todos quemándolos vivos, por suerte para él se fue en ese momento a comprar
algo para comer en el supermercado. La coartada perfecta que lo hacía libre de
ser cómplice.
Así que nada de lo que ella diga podría hundirlo.
Podría devolverle sus recuerdos, sería algo misericordioso llenarle
esas lagunas mentales.
¿Pero en que me
beneficiaria? Sería interesante de ver cómo se las arregla sola.
Y con ese pensamiento final suelta el dominio que tenía
sobre la mujer.
— ¡Asesina!— grito sintiendo que las lagrimas se desbordaban
libremente de sus ojos —¡No mereces más que el infierno!—
Irónico, mis patéticos
padres siempre me observaron como si perteneciera ahí. Al final, si el infierno
existe o no, ellos fueron los primeros en arder en agonía como si lo
estuvieran.
***
No entendía lo que estaba ocurriendo, solo era consciente
que Adrian Altagracia le estaba gritando y llorando con los ojos completamente poseídos.
El humo fuerte hacia que sus ojos lagrimearan y tenía que contenerse para no toser
por la cara del chico.
¿Qué demonios?
Y todo lo demás sucedió muy rápido, la mansión de los
Altagracia en ruinas, la gente agolpándose a pelotones y de repente tenía unas
esposas que la sujetaban fuertemente. Y ahora sus lágrimas ya no eran por el
humo. Se escuchaban gritos incesantes.
¿Asesina? ¿Pero cómo? ¿Qué
ocurre?
Se dio cuenta que los gritos que escuchaba era ella pidiendo
que la suelten.
Nadie la escucho.
***
—En otras noticias la asesina
en serie Amelia Zaragoza de cuarenta y dos años, también conocida como la
coleccionista, sigue declarándose inocente de todo crimen aún con todas las
pruebas en su contra. Adrian Altagracia de veinte años aún no ha declarado nada
desde el incidente donde Zaragoza quemo vivos a su familia dentro de su
residencia como bien es sabido. El juicio se impartirá dentro de una semana,
aunque el veredicto ya es muy predecible…
Adrian apago la televisión y dio un largo trago a su
champagne. Sabía que los bombones y el champagne serian perfectos, y como
siempre no se equivoco.
Ese no era el final, solo el principio de todo.
Nota final del autor:
Los videos e imagenes utilizados no me pertenecen. Corresponden a la serie Hannibal, la pelicula Muerte en Venecia y la pelicula Harry Potter y la Orden del Fenix.
Todos los derechos reservados a sus respectivos autores.