miércoles, 4 de septiembre de 2019

El Hijo Legitimo - Participa en el concurso de cuento digital de la Fundación Itaú 2019



El primer recuerdo que tenía fue el de su abuela mirándolo con un odio que resplandecía en sus ojos, el trato de alejarse de la mujer, mas el agarre que ejercía sobre su muñeca era fiero y sin segundas contemplaciones coloco la palma de su mano en la caliente estufa. Dolió, fue el peor dolor que había sentido y a pesar de haber ocurrido cuando tenía cuatro años aun podía sentir la carne de su mano destruyéndose y los tejidos gritando en agonía, pero no fue eso lo que hizo que se desmayara, sino el olor a carne quemada.
Al día siguiente su abuela al descubrir que ya no conservaba marca alguna le había dado un revés tan fuerte que logro romperle el labio, aun así no lloro, volteo para observar los arrugados ojos de su abuela Elidía y solo mostro indiferencia total ante la situación, la única acción que hizo fue limpiarse con su pulgar la sangre que se escurría por su barbilla. En cambio, la mujer agarro ese viejo rosario de madera que siempre traía colgado de su rechoncho cuello y comenzó a murmurar con los ojos cerrados cosas inentendibles para él, pero que sonaban como una súplica. Divertido, tan divertido.
Él comenzó a reír 
Fue eso lo que hizo que la anciana se recordara que no estaba sola en la habitación y esta vez no había odio en sus ojos, sino una emoción que siempre estaba oculta debajo de ella y que más adelante sabría de qué trataba. Temor.
Ella le apunto con ese largo dedo tembloroso y envuelto en lunares, una vez le dijeron que señalar con el dedo a una persona era sinónimo mala educación; de igual forma,  jamás se olvidaría de lo que le dijo: –Hay algo maligno en ti, Adrian Altagracia, y si no eres el propio Satanás personificado estas cerca de serlo.
Unas horas más tarde sus padres llegaron a la casa, al ver su labio roto podían suponer  lo que ocurrió, mas en cambio no les importo y dejaron el asunto así.
A la semana siguiente la abuela Elidía murió. Por lo que pudo escuchar escondido detrás de las puertas fue que le agarro la locura y se suicido tirándose frente a un camión que andaba a alta velocidad.
Desde ese día sus padres lo miraban como si fuera la peor cosa que les había ocurrido en la vida. Ya había visto esa mirada anteriormente en ellos, pero esta vez no se contenían en disimular.
***
Cada día se sentía más enfermo, como si la locura rasgara su garganta, trepando hasta poder salir a la superficie. Era locura ¿no?
No podía sentir emociones reales, solo una continua repugnancia hacia la sociedad, y eso solo incrementaba esa silenciosa ira que burbujeaba a su alrededor esperando ser finalmente despertada. En ciertas ocasiones sentía que perdía total dominio de sí mismo, pero no en el sentido que se volvía violento y actuaba sin pensar como un completo neandertal, no, él planeaba todo meticulosamente y sin darse cuenta tenia ideada la forma de acabar con las molestias que le rodeaban. Y era tan fácil.
Esos pensamientos le asustaban, ¿Qué le pasaba? ¿Había algo mal en él?
Y después, simplemente todo cambio. El miedo que lo perseguía se había evaporado.
Piénsalo de esta manera; cuando eres niño le temes a la oscuridad, no sabes lo que hay en ella y te sientes vulnerable porque desconoces a lo que te enfrentas, te escondes debajo de las mantas sin poder enfrentar lo que sea que este ahí, y cuando la luz del día impregna cada rincón de esa habitación no sientes miedo, no sientes miedo de esa misma habitación donde sufriste unas horas antes tus peores temores envueltas en total oscuridad. He aquí la conclusión final; no le temes a la oscuridad, le temes a lo desconocido que te acorrala.
La solución es más que sencilla en teoría, porque en práctica le costó horrores entenderla; él debía aceptar cual era su verdadero temor pera poder sobrellevarla.
Y lo entendió.
No le asustaban sus pensamientos recientes, lo que realmente le asustaba era llegar a ese nuevo nivel de autoconocimiento hacia su persona. Aquellos pensamientos y sentimientos de repulsión no eran producto de una locura reciente que le nublaba el juicio, aquellos pensamientos siempre estuvieron acompañándolo desde el principio de su existencia, aunque fueran mínimos ahí estaban en todo momento. Tenía una parte oscura que no quería aceptar, aceptar eso sería darle la razón a todos esos imbéciles con los que compartía sangre, algo que odiaba mas que no tener autocontrol. Pero ¿Qué gano ignorando su verdadero ser? Aun sacando lo mejor de sí mismo y teniendo una actitud inmaculada lo seguían tachando de monstruo.
Entonces como si fuese señal del destino, un encargado de traerle el periódico a su padre se presento frente a la entrada de la casa. Una sonrisa encantadora, un saludo cortes, una pregunta educada acerca de la salud de su familia y con un gesto de mano sobrio despidió al encargado.
Sus dedos pasaron por las páginas con desinterés, pero algo finalmente capto su atención, no fue el titulo dando a entender que se trataba sobre la República Centroafricana, más bien lo que capto su atención fue una palabra utilizada para describir a la población en general.
Salvajes
Su mente estaba trabajando rápidamente ante eso y la ironía que se veía en tal articulo. Una idea lo atravesó, y podía sentir una emoción real que hace tanto tiempo no sentía, no desde ese junto a su abuela Elidía. Pura y genuina diversión.
Y en ese momento aprendió a aceptar a su verdadero ser. Jamás algo se había sentido tan correcto.
Sus ojos cayeron al final del artículo, solo queriendo saber el autor de tan hilarante trabajo. 
Amelia Zaragoza
Una sonrisa de lado se formo en su boca. Chica tonta.
***
Amelia Zaragoza estaba contenta de no haber almorzado ese día o posiblemente  hubiera manchado sus nuevos zapatos de rebaja con su vomito. La imagen que se presentaba frente a ella solo era imaginables en películas y pesadillas
Trataba de la decima octava víctima del  coleccionista.
La ola de asesinatos atroces había comenzado desde hace tres meses, una víctima peor que otra. Al principio se creyó que trataba de asesinatos al azar, por diputas de pandilla, pasionales  o por alguna causa tan común en Paraguay. Pero los asesinatos solo incrementaban y nadie tenía respuestas — ¿Un asesino serial? Imposible—  dijo  la policía nacional dejando ver que trataba de una idea ridícula, eso había sido al principio cuando aparecieron las tres primeras víctimas aparecieron. Y no se les puede culpar por la incredulidad, el único caso que se registra de un asesino serial de esa índole era Amancio Legal con sus veintiocho asesinatos a principios del siglo XX, y aún así no era lo mismo, Amancio era errático y descuidado a la hora de cometer sus crímenes, y en cambio el coleccionista no dejaba huella alguna, todo estaba perfectamente hecho. Lo hacía con tanto esmero que se pensaría que era una persona trabajando en su propio arte.
La primera víctima apareció crucificada en la puerta de la iglesia, las viseras colgaban libremente y el goteo de la sangre al caer al suelo sonaba más estruendoso de lo que debería. Y con todo eso, lo que captaba mayormente la atención eran las palabras rasgadas en la piel con cuchillo.


Pederasta se leía claramente en la frente del hombre.
Y por último, la víctima había sido despojada de sus ojos. La victima trataba de un sacerdote del lugar.
No se pudo encontrar un culpable de tal hecho abominable, pero entre las investigaciones se pudo constatar que efectivamente el sacerdote era un pederasta a base de fotografías explicitas de menores que atesoraba en su buró.
Y más personas cruelmente asesinadas comenzaron a aparecer, ya no se podía negar la realidad, estaban tratando con una sola persona. Las pruebas lo confirmaban, todas sus víctimas resultaron ser criminales de diferentes categorías pudiendo observar las marcas que dejaban en ellos.
Asesino
Violador
Proxeneta
Corrupta
Y lo mas resaltante de todo, ninguna de sus víctimas conserva sus ojos. Como si se tratase de un coleccionista de ojos.
La nueva víctima era una mujer, se encontraba completamente desnuda, estaba cortada a la mitad por debajo del ombligo y una macabra sonrisa fue dibujada en su rostro sin ojos.
Abusadora estaba escrita esta vez en el tórax de la mujer.
Sostuvo en lo alto la cámara tratando que el temblor de sus manos no le ganara y comenzó a tomar fotografías al cadáver desde el punto alejado donde se le permitía  estar, poco después los forenses presentes comenzaron a despedir a todos los ojos curiosos incluyéndola. Decidió marcharse, había conseguido suficientes fotos y ya luego pediría un mejor reporte a la jefatura.
Se subió a su auto dispuesta a ir a Capiatá, el camino estaba muy silencioso para su gusto por lo que encendió la radio colocándola en su habitual estación, no era sorpresa que estuvieran hablando del coleccionista, era de todo lo que se hablaba en estos últimos tres meses. Ni el EPP tuvo tanta relevancia en su momento como esta persona misteriosa.
—… ¿Doctora Rodríguez podría explicarnos el perfil psicológico que usted percibe en el susodicho coleccionista?— la tranquila voz del locutor envolvía el coche de Amelia — ¿Se puede suponer que por sus acciones es un retorcido tipo de justiciero?
— Si, se podría decir que si, Armando— comenzó a decir de manera arrastrada y remilgada la doctora —Al principio pensé que trataba de un sociópata, pero viendo sus crimines se puede decir sin dudas que trata de alguien que calcula cada una de sus acciones y no deja nada suelto, contrario a un sociópata que es impulsivo por naturaleza y muchas veces esas acciones impulsivas lo llevan a su propio hundimiento.
— ¿Entonces trataría de un psicópata?—
—Es difícil poder saberlo, porque sostengo esa teoría de que en su mente se vea como un justiciero y por ello lleve a cabo sus crímenes en personas que pueden ser consideradas como criminales ante el ojo crítico de la ley. Y eso me deja con la siguiente cuestión ¿Siendo él un psicópata porque realizaría actos no egoístas por así decirlo? ¿Qué gana con todo esto? No suena como un psicópata pensando en su auto conservación, pero lo que te puedo afirmar es que trata de un monstruo en su estado puro, nada puede justificar aquellos crímenes tan atroces e inhumanos.
—Gracias por su colaboración, doctora Rodríguez. Y ahora hablemos de un nuevo brote de gripe que acecha…
El tiempo paso y una hora después estaba entrando por los grandes  portones que dejaban paso a la gran casa señorial de la familia Altagracia. El camino era largo y angosto, dejando notar la riqueza que la familia poseía en cada tramo, estaciono su auto casi enfrente de la entrada y bajo esperando fuera de la puerta luego de tocar el timbre esperando que alguien la atendiera.

El señor Altagracia era dueño de “el vocero”  una de las empresas periodísticas más grandes del país y en el cual ella trabajaba. Además la cuantiosa riqueza de los Altagracia no solo se debía a ello, sino a que también estaban metidos en diversos negocios petrolíferos y también en la política. Y ahora se encontraba allí para encontrarse con el señor Altagracia y hablar sobre el departamento de prensa, primeramente él se iba a reunir  junto a ella en su oficina, pero por imprevisto tuvo que ser ella la que fuera junto a él.
Las grandes puertas de la residencia se abrieron, saliendo de ella un joven que apenas aparentaba dieciséis años. La impactante belleza del chico la dejo anonadada; con la simetría perfecta en su rostro, los rizos dorados que casi cubrían esos ojos azules que plasmaban el mismísimo cielo y la piel que de lejos se veía como la porcelana, fue como si hubiese sido sacado de alguna pintura de querubines de William Bouguereau.
—Debes ser Amelia Zaragoza— la voz del joven era aterciopelada, como si acariciara cada silaba —Escuche que vendrías— le regalo una encantadora sonrisa que dejaba ver unos prominentes hoyuelos en ambos lados de su rostro. Dio un paso atrás haciendo un ademan con la mano para que entrara.
—Buenas tardes, y sí, soy Amelia Zaragoza— se presento cuando al fin salió de su estupor momentáneo —No lo había visto antes ¿Quién es usted?— su lado curioso y periodista tomo el mando, era cierto, había ido muchas veces a la residencia de los Altagracia y aparte de unos tres empleados, solo había visto ahí al señor y la señora Altagracia, y a su hija Dalia.
—Disculpe mis modales— se excuso mostrando sinceridad en sus  ojos —Adrian Altagracia, encantado—
Su mente hizo clic en ese momento.
El hijo bastardo pensó ¿Así que estaba de regreso?
Todos los que alguna vez conocieron al miembro más joven de la familia decían que era resultado de un adulterio por parte de uno de la pareja. Simplemente Adrian Altagracia no se parecía para nada a sus padres, primeramente la señora Altagracia tenía una fuerte ascendencia india y el señor Altagracia aunque era caucásico tenía el pelo moreno y los ojos negros como el petróleo. Ninguna vez dieron alusión de que no fuera un hijo legitimo de los dos, pero es que ni siquiera tenían parecido en los rasgos, el chico se veía fino y esbelto, y los padres larguiruchos y toscos.
Y además que lo hubieran enviado a Portugal a los diez años de edad para que siguiera allí sus estudios lejos de su familia solo reafirmaba la hipótesis del hijo bastardo. Muchos aseguran que es el hijo del señor Altagracia, o no hubiera conservado el apellido.
Entonces el chico que tenia frente a ella debería de tener unos veinte años, vaya que se veía joven. Al parecer volvió antes de tiempo, pensaba que concluiría en Portugal sus estudios universitarios ¿Qué lo traería de vuelta?
—Mi padre se encuentra atendiendo una llamada importante, bajara en unos momentos— aviso Adrian sin apartar los ojos de Amelia —Leí uno de tus artículos, estuvo… Interesante—
No sabía porque le inquietaba la forma en que pronuncio la ultima oración, como si hubiera tirado una broma de la cual era ignorante. Pensó en cual podía haberse referido, últimamente era ella la que estaba encargada del caso del coleccionista y de eso trataban todos sus informes hasta ahora.
—Una manera muy locuaz de sumergirte en lo que respecta de la República Centroafricana. Una verdadera pena lo que le ocurrió a esa monja, una gran parte de su cultura aún se adhiere en lo que son la magia y los ritos—
La monja degollada presuntamente utilizada para un ritual su mente recordó rápidamente, pero ese artículo salió hace como cuatro meses atrás —Tienes una buena memoria ahí— soltó sin ocultar el asombro que sentía.
—Algo beneficioso para mí y algo perjudicial para otros— 
Antes de poder cuestionarle a que se refería el señor Altagracia bajo de las escaleras y se acerco a saludarla, mientras caminaban a su estudio Amelia volteo para despedirse de Adrian pero este ya no se encontraba en ninguna parte.
—He visto que conociste a mi hijo Adrian— comento el señor Altagracia cuando entraron al estudio cerrando la puerta detrás de sí — ¿Te dijo algo?— sus ojos como fosas profundas de oscuridad la escudriñaban profundamente como queriendo absorber cada secreto que escondía.
—Uhm, nada memorable, es un chico encantador y educado— contesto dándole una pequeña sonrisa de labios apretados.
Algo beneficioso para mí y algo perjudicial para otros
***
Fue en primer grado de primaria que escucho sobre la mitología guaraní, comenzando siempre por Tau y Kerana, un enamoramiento entre un espíritu maligno y una doncella, al escaparse juntos estos reciben una maldición de Arasý, la cual consistía en que procrearían siete hijos monstruosos.
Y así fue, cada hijo que tuvieron presentaba un aspecto de pesadillas que hacia sollozar a cualquiera que los viera, entonces llego Jasy Jateré. Jasy Jateré era por lejos muy diferente a sus hermanos, simplemente todo en él lucia angelical y podía creerse que así era, pero esa mirada maliciosa e inteligente que tenían sus ojos lo delataban como tal.
A Adrian le parecía estúpido que sus compañeros temieran pronunciar la palabra Pombero y no quisieran salir de sus casas a las doce. Le parecía tan ridículo, él no creía en esas tonterías y ningún adulto le llenaría de temores absurdos y fantasiosos en la cabeza.
Y un día todo cambio.
Ese día sus padres habían salido y su hermana Dalia se quedo a cuidarlo, aunque a decir verdad ella se encontraba encerrada en su habitación y él estaba en el patio trasero recolectando del suelo las acerolas que habían caído del árbol. Estaba tan concentrado que se sobresalto dejando caer de entre sus dedos todas las frutas al escuchar el chasquido de una rama, al voltearse allí estaba. No sabía cómo, pero de alguna manera sabía que era él.
Jasy Jateré lo miraba fijamente.
No era como esperaba que fuera, el hombre no se parecía en nada a un duende petizo como lo describían, no estaba desnudo y mucho menos utilizaba harapos como prendas. En cambio era un hombre alto y rubio que tenía puesto un traje gris semejante a los que usaba su padre cuando iba a eventos sociales, su mano sostenía un elegante bastón con empuñadora de oro que le recordaba a esas películas de época victoriana que había visto la semana anterior. Y comprendió algo; no se debía tener una apariencia monstruosa para ser un monstruo, podrías estar en frente de uno y nunca te darías cuenta.
— ¿Vos… me llevaras junto al aó aó para que me coma?— pregunto tratando de no escucharse tan temeroso como se sentía, había aprendido en la escuela que los niños preferían golpear a los que se veían más débiles.
El hombre parpadeo lentamente como si procesara lo que acababa de escuchar y luego solo comenzó a reír entre dientes. Cuando dejo de reír se comenzó a acercar a Adrian, debía huir o lo secuestrarían, pero sus piernas no reaccionaban  y sin darse cuenta Jasy Jateré ya estaba frente a él.
No pudo creer lo que paso a continuación, el hombre elevo la mano y por costumbre cerró los ojos  esperando el golpe,  nunca llego el manotazo y el escozor en su mejilla del cual estaba tan familiarizada, en cambio, la mano le estaba dando una cálida caricia. Con recelo abrió lentamente sus ojos y vio en esos ojos azules una mirada que lo dejo desconcertado, había visto a los padres de sus compañeros mirarlos así, pero nunca había recibido una mirada así por nadie. Una mirada llena de amor y ternura.
—No— susurro el hombre contestando a su pregunta y le regalo una sonrisa —Solo quise conocerte, Adrian— dio un paso atrás soltando su toque sobre él —Pronto nos volveremos a ver— y con eso desapareció en medio de un torbellino de ojos dejando a Adrian más confundido que nunca.
No mintió, pronto hubo una segunda visita, una tercera, una cuarta y así sucesivamente.
Jasy Jateré siempre le traía una botella de jugo de naranja y caramelos de miel en cada visita, atrás quedo el miedo que sintió al principio por él y pronto se transformo en amistad. Aprendió muchas cosas que pasaban desapercibidas en la escuela sobre la mitología guaraní, al parecer cada cien años existía un rey elegido por todos los seres sobrenaturales, esto era porque cuando no se había control todo se volvía un caos, dejándose llevar por sus instintos bestiales, y si esto llegase a pasar despertarían la ira de Tupã lo cual ocasionaría su extinción en el acto. Por eso elegían un rey guardián, que usualmente era un humano ya que este no presentaría esa vena caótica que caracterizaba al resto, todos seguirían sus órdenes sin chistar.
— ¿Y quién es el rey guardián?— pregunto un día.
—Mi hijo legitimo— contesto Jasy Jateré volteándose para verlo a los ojos.
—Pensé que solo los humanos podían ser reyes—
—No siempre, existen excepciones— la voz era clara y tranquila —Mi hijo es mitad humano por parte de su madre—
— ¿Y quién es?— volvió a preguntar con mas intriga, tal vez lo conociera.
Un, dos, tres.
El silencio se extendía.
—Mi hijo legítimo es… usted, Adrian—
***
El silencio sepulcral en la mesa solo era interrumpido por el golpeteo de los utensilios contra los platos de porcelana fina, su mirada paso por cada uno de los comensales sin que se dieran cuenta. 
Verracos asquerosos, repugnantes ladillas que son vejaciones a la evolución propia del ser humano.
 A comparación de los demás que estaban tragando como bestias el cerdo ahumado, él tenía en su plato brócoli asado con pastas. Eso lo diferenciaba del simple ganado.
Una filosofía que mantenía desde hace años cuando pudo comenzar a razonar por si mismo fue que los animales no son diferentes a los humanos. Nacen, viven y mueren; en ese lapso de vida desde el primer instante tienen un instinto de supervivencia, pueden sentir cariño y arraigarse, protegen a sus crías hasta que se pueda valer por sí misma y muchas veces los humanos olvidan esto o simplemente prefieren ignorarlo y es que los animales sienten dolor. Los animales tienen una vida, arrebatas una vida para satisfacer tu paladar.
¿Cuál es la diferencia entre los animales y los humanos? Que los humanos son inteligentes y saben exactamente lo que hacen, las consecuencias que acechan sus acciones.
Eso lo hace peor.
Es fácil darse cuenta que los animales y los humanos son iguales. Los animales son ganado, entonces los humanos también pueden ser ganado, es decir, al ser consciente de tus acciones y pensar que un ser igual a ti es solo carne, conscientemente estas aceptando que no eres más que ganado.
¿Qué los hacía diferente de ser masacrados bestialmente y sin un solo gramo de remordimiento? ¿Qué son seres pensantes? Para nada, eso solo demuestra que ellos mismo cerraron el trato voluntariamente para ser arrebatados de la vida como ganado.
Metió el brócoli a su boca y lo mastico plácidamente dando una última mirada a su susodicha familia. 
Muy pronto
— ¿De qué te ríes solo? Pareces un retrasado de esa forma— rugió la voz desde la silla del patriarca.
—Me acorde del último tomo de el vocero— arrastro las palabras con aburrimiento y elevo la vista para mirar directamente a los ojos del señor sintiendo solo indiferencia —Todo lo que se publican ahí es solo una broma desternillante ¿Cómo no reírme?—
— ¡Adrian!— su madre exclamo golpeando su mano contra la mesa haciéndola temblar.
— ¿Qué? Él pregunto y yo solo conteste— se encogió de hombros.
Escucho la silla chirriar contra el suelo y a una velocidad record tenía una fuerte mano sujetando la parte delantera de su camisa para hacerlo girar y enfrentarse a la cara enrojecida de su adorable padre.
Escucho al fondo como Dalia pedía que lo dejara en paz, pero eso solo iba a oídos sordos.
—Te arrepentirás si te atreves a hacerme algo— le dijo de manera amenazadora esta vez mostrando una emoción fría y calculada como el hielo.
Un puño conecto contra su mentón haciéndolo caer para atrás, los gritos de su madre y hermana no se hicieron esperar. Con ayuda de la mesa se levanto mientras que con la otra mano se acariciaba el mentón.
—Tan temperamental como un babuino, que gran sorpresa—susurro derrochando veneno y aún con el dolor se atrevió a sonreí con burla absoluta.
—Eres un…— el hombre babuino se encontraba listo para saltar sobre él, pero Dalia y su madre  ya lo estaban sosteniendo por atrás.
—Ve a tu habitación, Adrian— le urgió su progenitora con los ojos.
Con un suspiro comenzó a caminar, además la hora se acercaba y tenia mejores cosas que estar encerrado en su habitación, mucho mejores.
Mientras escuchaba los improperios guturales que le lanzaba su padre, agarro las llaves del auto de este y se marcho sin más.
***
Un nuevo cadáver apareció a la mañana siguiente, la policía aún no tiene una sola pista y el pánico desde hace un tiempo es el nuevo aire que se respira.
Amelia Zaragoza se pregunta por decima vez en el día como una mente puede llegar a ser tan enferma y retorcida para llegar a estos niveles horrendos de inhumanidad. 
***


Sus dedos se deslizaban con facilidad sobre las teclas del piano, este piano fue el amigo más leal que tuvo desde la infancia, pudiendo confesar sus anhelos y emociones sobre él sin ser juzgado, dándole en cambio la calma y sinceridad que jamás obtuvo en ninguna parte que lo rodeara.
La última vez que se había reunido con esta fue un día antes de ser enviado a otro continente por un largo tiempo, recordó como le dijo a su hermana el secreto de que hablaba con Jasy Jateré todas las tardes, ella prometió guardar el secreto y tan pronto como pudo derramo todo lo que sabía a sus padres haciendo que estos al momento decidieran mandarlo a Portugal junto a su tía abuela Eloísa.
La mujer era buena, siempre le decía que tenía la cara de un ángel y lo consentía mucho, en los fines de semana lo  llevaba a exposiciones de arte y cuando se estaba poniendo el sol le compraba un helado de fresa e iban a una banca del parque para hablar de cuál era su obra favorita.
Era una buena vida, claro que lo era.
La tía Eloísa falleció a principios de enero de este año.
Eres más de lo que ellos dicen, mucho más. Estas destinado a grandes cosas en esta vida, serás un antes y un después, puedo verlo con estos dos ojos repletos de cataratas, mi querido Adrian.
Fueron  esas palabras dichas en el lecho de muerte de su tía que lo persiguieron para volver a Paraguay y dar cara al verdadero destino que lo aguardaba.
Un ruido como un gemido ahogado lo interrumpió de sus pensamientos, sus dedos dejaron de moverse y elevo la vista para observar a su tan apreciada familia agazapada en el sofá del gran salón. Era domingo en la noche y ninguno de sus empleados se encontraba en el recinto, era un buen momento para llevar a cabo sus planes.
Había colocado burundanga en polvo en la jarra de jugo que tomarían en la mesa, esto hacia que la persona se volviera completamente sumisa y no conservara recuerdos de nada mientras estuvo bajo la droga. Tenía una duración de dos horas, por lo que tenía que moverse rápido.
Se alejo del piano y la miro con un deje de remordimiento. Era una lástima que se tuviera que deshacer de él, pero todo lo valía cuando había un bien mayor.
Agarro el bidón que contenía veinte litros de gasolina y lo derramo sobre el piano, luego fue por el piso y puede que gasto más en el sofá donde sus parientes se encontraban en una absoluta ignorancia. Los observo un momento, mirando cada rostro atentamente y finalmente paro en Dalia.
Esto está mal, es horrible ¿Cómo es que casi cometo esta locura?
Entonces uno por uno comenzó a moverlos en diferentes lugares como si hubieran tratado de huir del fuego y terminaron sofocándose antes de lograrlo. Sería sumamente sospechoso que encontraran los cuerpos sentados tranquilamente en el sofá sin haber dado signo de querer escapar, casi comete un error catastrófico que lo hubiera hundido totalmente.
El ruido del timbre hizo presencia justo cuando había acomodado todo, salto sobre el cuerpo de su madre y camino hasta la puerta.
—Puntual como siempre— sus ojos pasaron de arriba para abajo a la persona y asintió para sí mismo —Ya sabes que hacer—
Con eso salió de la casa sin mirar atrás, solo le dio una mirada de reojo por el retrovisor del coche cuando se iba alejando, era una verdadera lástima destruir esa maravilla arquitectónica. Bien, tendría tiempo luego de forjar una más deslumbrante.
En menos de diez minutos llego al supermercado de veinticuatro horas más cercano y vio que podría comprarse. Unos bombones y un buen champagne, ideal para celebrar. Perfecto. 
Pago todo y de nuevo se encontraba en el coche tamborileando los dedos contra el volante. Jamás había asesinado directamente a nadie, se podría decir que era un director de cine que dirigía y al final se sentaba a observar su obra como un espectador más.
Al principio comenzó todo por ese artículo de Amelia Zaragoza  usando la palabra salvaje para describir a todo un país, quería que dejara de lado su estúpido esnobismo y viera a su alrededor. Todos tachaban a esos países por practicar ese tipo de rituales abiertamente, matarse los unos a otros, hacer varias practicas abominables a los ojos humanos y por ello nos sentamos tranquilamente a criticar, está bien informar ¿Pero clasificar a todos por acciones de algunos y haciendo apogeo de ser más civilizados?
No importa en donde estés, si en África, Europa, América o en otro continente, nadie se salva de que existan desperfectos humanos ruines. Por ejemplo Estados Unidos siendo un país primer de primer mundo registra casi veinte masacres de lo que va en el año, y no por ser una persona de noble cuna te salvas de ser como un africano salvaje, Ivan VI de Rusia fue encerrado en un calabozo por años con solo unos meses de edad a ordenes Isabel Petrovna Románova, en donde fue despojado de toda identidad, tratado como una alimaña y no como el legitimo Zar de Rusia, murió a los veintitrés años sin ver en todo ese tiempo la luz del sol.
Y dirán que eso último pasó en el siglo XVIII, que antes las cosas eran diferentes, pero no, lo hicieron por beneficio propio.
Es la monarquía, las personas se vuelven sedientas de poder, hablamos de un trono. Eso podría explicar porque tales actos en ese momento, una persona ordinaria no llegaría a eso, por lo que no cuenta.
¿O… no?
Apenas en febrero de este año se registro dieciocho denuncias de violaciones en el Paraguay, registradas ¿Cuántas mas de estos hechos ocurrieron donde la víctima no denuncio? No hay duda que la verdadera taza de violaciones es más alta que esa. ¿Y porque violan? ¿Qué ganan destruyendo a una persona de esa manera? Placer propio. Eso solo se puede ver como salvajismo puro.
¿Y cuántas veces aparecieron casos de padres asesinando a sus hijos porque Satanás les hablo?
La gente ignora lo que ocurre en donde están y se disfrazan de fingida civilización. Hipocresía real y rotunda segregan en cada poro de su ser.
Fueron esas las razones de sus primeros crímenes, mostrar el salvajismo que se esconde en la sociedad e ignoramos día a día.
Realmente todo fue simple.
Al ser hijo de Jasy Jateré tenía dominio sobre la mente de las personas, controlándolas a su antojo. Pensó que sería algo difícil, resulto ser tan fácil como respirar, hilos conectándose a la mente del otro como un pequeño títere. Lo había conseguido a la primera sobre esta persona que más adelante sería la encargada de hacer realidad todos sus planes, su pequeño títere no sabía que lo manejaban y que tenían dominio total de su persona hasta en una larga distancia, y no recordaría nada de lo hiciera bajo su mando, a menos que deseara devolverle esas memorias.
No había utilizado a los otros mitos, los había dejado vivir tranquilamente como lo habían hecho a lo largo de los años, pero ahí estaba Mboí Tata deseoso de estar a sus órdenes. Una gran serpiente con la cabeza en llamas que con su sola mirada era capaz de matarte, cuando se encontró con la bestia en la oscuridad de los cerros sus ojos no lo mataron y decidió que sería su nuevo activo más valioso en sus planes.

Era simple, estudiaba minuciosamente a la población, metiéndose en su mente y decidía quien sería el siguiente. Le daría las ordenes a su criatura para buscarlo y asesinarlo en su momento más solitario, y está en recompensa se comería los ojos del desgraciado.
Luego llegaría su títere y le daría los toques finales.
Se detuvo frente al gran portón de su casa o lo que quedaba de ella. El fuego iluminaba toda la calle como una gran antorcha y el humo que desprendía era negro y espeso, miro dentro del maletero del  auto verificando si las fotografías y grabaciones seguían en su lugar.
Todo en su lugar. Ahora es momento de actuar como un hijo desconsolado.
Salió del auto con el celular en la mano y comenzó a caminar hacia el lugar, no había nadie a la vista, seguramente todos durmiendo y eso que solo eran las doce a.m. Con un suspiro marco al 911 y con su mejor voz llorosa pidió ayuda a gritos.
Ahora solo cuestión de esperar.
Miro apreciativamente las llamas, había algo tranquilizador en el ligero vaivén de estas. Los sonidos de los bomberos y la ambulancia se hicieron presentes unos minutos después.
—Eso fue rápido— dijo para sí mismo y se giraba para observar los arboles —Es hora— cuando pronuncio esas últimas palabras una mujer salió de allí y salto sobre él con un cuchillo en la mano. Fue terriblemente fácil tirarla al suelo y mantenerla sujeta por las muñecas.
—Muy bien hecho, Amelia. Lástima que ya nos tendremos que separar, me comenzabas a agradar— observo esos ojos marrones inexpresivos como los de una muerta.
Al principio lo había hecho para dar una lección y deshacerse de las pestes de la sociedad, Amelia se veía perfecta para ese trabajo, la que acusaba de salvajes haciendo actos salvajes y documentando ese salvajismo en papel, tan hilarante que no lo podía dejar pasar.
Y al final, ya no trataba de eso, solo se trataba de diversión y deleite. Sus actos ya no tenían un porqué.
Podría haberse visto como un justiciero que eliminaba hasta la última plaga. Entonces se podría entender porque mato a sus padres, pero su hermana al final era una buena persona ¿Por qué ella?
Simple, era estúpido catalogarlo como bueno o malo. La vida real se basaba en puntos intermedios, y además de divertirse deshaciéndose de  las pestes que invadían la calle, él también era ambicioso y no compartiría su herencia.
Siguió mirando los ojos de Amelia, podría devolverle sus recuerdos, total la tomarían como una loca si tratase de acusarlo con todas las pruebas que tenía en su contra.
Y así era.
Anoche cuando salió en el coche de su padre persiguió a Amelia cuando estaba haciendo lo indicado con la última persona, la grabo y saco varias fotos desde el auto que se encontraba alejado una cuadra atrás.
Diría que su padre sospechaba de ella, porque últimamente estuvo actuando de manera extraña y ayer decidió seguirla, grande fue su sorpresa por lo que vio que luego de obtener las fotografías y grabaciones se largo directamente a su casa, esta mañana cuando salió del shock conto lo que sabia y que tenía guardada las pruebas en el maletera del auto porque iría directamente en la comisaria mañana lunes, así sería más fácil atrapar a Amelia dentro de su oficina.
De alguna manera Amelia se entero de esto y decidió matarlos a todos quemándolos vivos, por suerte para él se fue en ese momento a comprar algo para comer en el supermercado. La coartada perfecta que lo hacía libre de ser cómplice.
Así que nada de lo que ella diga podría hundirlo.
Podría devolverle sus recuerdos, sería algo misericordioso llenarle esas lagunas mentales.
¿Pero en que me beneficiaria? Sería interesante de ver cómo se las arregla sola.
Y con ese pensamiento final suelta el dominio que tenía sobre la mujer.
— ¡Asesina!— grito sintiendo que las lagrimas se desbordaban libremente de sus ojos —¡No mereces más que el infierno!—
Irónico, mis patéticos padres siempre me observaron como si perteneciera ahí. Al final, si el infierno existe o no, ellos fueron los primeros en arder en agonía como si lo estuvieran.  
***

No entendía lo que estaba ocurriendo, solo era consciente que Adrian Altagracia le estaba gritando y llorando con los ojos completamente poseídos. El humo fuerte hacia que sus ojos lagrimearan y tenía que contenerse para no toser por la cara del chico.
¿Qué demonios?
Y todo lo demás sucedió muy rápido, la mansión de los Altagracia en ruinas, la gente agolpándose a pelotones y de repente tenía unas esposas que la sujetaban fuertemente. Y ahora sus lágrimas ya no eran por el humo. Se escuchaban gritos incesantes.
¿Asesina? ¿Pero cómo? ¿Qué ocurre?
Se dio cuenta que los gritos que escuchaba era ella pidiendo que la suelten.
Nadie la escucho.
***
—En otras noticias la asesina en serie Amelia Zaragoza de cuarenta y dos años, también conocida como la coleccionista, sigue declarándose inocente de todo crimen aún con todas las pruebas en su contra. Adrian Altagracia de veinte años aún no ha declarado nada desde el incidente donde Zaragoza quemo vivos a su familia dentro de su residencia como bien es sabido. El juicio se impartirá dentro de una semana, aunque el veredicto ya es muy predecible…
Adrian apago la televisión y dio un largo trago a su champagne. Sabía que los bombones y el champagne serian perfectos, y como siempre no se equivoco.
Ese no era el final, solo el principio de todo.



Nota final del autor: 

Los videos e imagenes utilizados no me pertenecen. Corresponden a la serie Hannibal, la pelicula Muerte en Venecia y la pelicula Harry Potter y la Orden del Fenix.
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